Resumen de los capítulos anteriores:
Ery es una chica
tímida, a la que le cuesta hacer amigos. No ha tenido una vida fácil, su madre
pasa la gran parte del día trabajando y con su padre no habla desde que se
marchó de casa. Sus principales pilares son
Hugo y Noa. Otra de sus grandes amigas es Liss, la encargada de la
biblioteca, lugar donde Ery pasa casi todas las tardes junto a David, un chico
inteligente con el que comparte su pasión por lectura. Ery, cansada de la monotonía, decide crear un blog en el que contar las historias que desde hacía meses escribía en un pequeño cuaderno azul. Poco a poco el blog va cogiendo fama en el mundo de internet.
Como cada año, el
instituto realiza un baile de estilo americano al que acude Ery acompañando a
Noa y Hugo decide acompañar a David, ambos convertidos en pareja. En el baile
Ery conoce a un chico, Nick, con el que
se queda embobada. El problema llega cuando Ery es consciente de que no tiene ninguna forma de contactar con él, aunque por suerte Nick había dejado su número en el vestido. Decide llamarlo y acaban quedando, no sin la ayuda de Hugo, que ese mismo día se encontró con una desagradable pintada en su taquilla.
Ery conoce a una chica gracias a su Blog, que poco a poco adquiera fama en el mundo 2.0, Bu, en la que poco a poco confía sus secretos.
El primero.
Por suerte hicieron falta unos cuantos menos. A menos diez un gran
coche negro se detuvo frente al portal. Fran bajó de él y se quedó esperando
apoyado en la puerta del vehículo mientras se fumaba un cigarrillo.
Ya estaba vestida. La ropa se había arrugado un poco mientras
dormía, pero me daba igual. Sólo tuve que ir a mi habitación para coger el
móvil y bajé las escaleras a toda velocidad. Cuando llegué al portal disminuí la
velocidad para que Fran no notase que estaba nerviosa.
—Buenos días, Fran.
—¡Buenos días, señorita!
—Llámame Ery, por favor.
Abrió la puerta trasera del vehículo y tuve que dar un pequeño
salto para poder entrar. Era espacioso, pero más pequeño que el que usó el día
del baile. Me pregunté cuántos coches tendrían, y si todos eran negros.
Fran giró la llave del contacto y el motor rugió. Tenía la
esperanza de que Nick estuviera esperándome dentro del coche, pero la perdí al
comprobar que estaba sola en la parte trasera, donde solo había una pequeña mesa
y asientos para unas siete personas. Al parecer Fran tenía órdenes de llevarme
a un sitio que no podía desvelar.
Avanzábamos a una velocidad normal, las ventanillas laterales eran
prácticamente opacas pero podía ver por la luna del coche, hasta que Fran se
percató de ello.
—Lo siento señorita, órdenes del jefe— me dedicó una sonrisa antes
de presionar un botón y que un gran cristal negro apareciese entre la parte
trasera y la del conductor.
En cuanto lo vea, lo mato.Ahora no podía ver absolutamente nada, y no había cosa que me
agobiase más. El coche aumentó la velocidad progresivamente hasta tal punto que
la inercia hizo que me hundiese en los asientos. Pasados unos minutos el coche
aminoró la marcha hasta detenerse. Escuché cómo una puerta se abría e
inmediatamente la puerta que estaba a mi derecha emitió el mismo ruido antes de
que la luz bañase el habitáculo en el que me encontraba.
—Siento el secuestro, señorita.
—No pasa nada, no ha sido tu culpa. Y no me llames señorita, por
favor.
—Como desee…Ery.
Una silueta apareció detrás de Fran. Al principio era completamente
negra, pero a mediada que avanzaba se empezaban a vislumbrar sus rasgos
físicos. Sus cabellos rubios, los oyuelos de su sonrisa y finalmente el color
esmeralda de sus ojos.
—Buenos días.
—¿Tú ves normal encerrarme en un coche
—Bien, ¿y tú qué tal?
—Te odio.
—Mientes—puede que sí que mintiese un poco—. Sígueme, anda.
Fran me guiñó un ojo antes de entrar de nuevo en el vehículo y
desaparecer entre otros coches. Supe dónde estábamos en cuanto vi la inmensa
piscina turquesa. La Ciudad de las Artes y de las Ciencias. Aquél sitio me
maravillaba, era fantástico. Tan azul y blanco…
Nos dirigimos directamente hacia un edificio que simulaba a las
olas del mar. L’oceanografic. Nick parecía como si conociese el parque de
memoria. Lo seguí hasta otro edificio cuyo techo tenía forma de estrella de
seis puntas.
Pasamos horas y horas contemplando la inmensidad de peces que
había. Parecía una niña pequeña el día de su cumpleaños, completamente
ilusionada correteando de un estanque a otro. Nick se limitaba a seguirme con
una media sonrisa en el rostro. Cuando ya habían pasado cerca de tres horas y
yo seguí a mirando embobada una enorme beluga blanca Nick me cogió de la mano.
—Ven, no puedes perderte esto.
Empezamos a correr mientras veía por última vez aquél mundo submarino.
Me llevó hacia unas gradas prácticamente repletas. Los asientos conformaban un
semicírculo en cuyo centro había una piscina conectada a tres tanques más
pequeños. La piscina a simple vista parecía vacía, pero unas figuras grises
surgieron del agua dando un enorme y fugaz salto antes de desaparecer de nuevo.
Nick me condujo hasta una de las primeras filas, donde había dos
asientos vacíos. En cuanto nos sentamos empezó el espectáculo en el que los
delfines jugueteaban con aros, pelotas y los propios entrenadores levantándolos
sobre el agua. Era bastante entretenido. Por una parte me gustaba, pero también
me sentía mal. Me daba pena. Parecían tristes, dando volteretas a cambio de
cuatro arenques.
Finalizó el espectáculo y la multitud empezó a aplaudir. Poco a
poco fueron desalojando las gradas, pero me quedé de pie junto a la piscina de
cristal. Cuando prácticamente sólo quedábamos Nick y yo apareció dentro del
agua una sombra que poco a poco se acercaba. Finalmente un enorme delfín me
miraba con ternura. Era bellísimo. Emitía pequeños ruiditos mientras echaba
burbujas por el orificio de su cabeza. Era gracioso, parecía divertirse.
Decidimos marcharnos rodeando la piscina, pero a medida que
caminaba el cetáceo me seguía. Apoyé la mano sobre el cristal y mi pequeño
amigo puso su hocico en el mismo lugar.
—Le caes bien— la voz procedía de un hombre alto enfundado en un
traje de neopreno que llevaba en su mano un cubo repleto de pescado, que no
olía del todo bien—. A Tula, le caes bien.
—Gracias—dije nerviosa.
—Tírale esto—agarró uno de los pescados que tenía dentro del cubo y
me lo dio.
Al tirarlo el delfín desapareció en busca del pescado y apareció
inmediatamente devorando todavía un pequeño trozo.
—Tienes suerte. No a todo el mundo le tratan así. Podrías dedicarte
a esto—terminó la frase y se marchó.
¿Qué se estudia para ser
entrenador de delfines? ¿Veterinaria?
Dejamos atrás el delfinario, aunque no podía quitarme de la cabeza
a Tula. Qué bicho más majo. Nos
dirigimos hacia el aviario. Era una especia de esfera gigante hecha de hierro
pintado de blanco. No me entusiasmaba igual que los ambientes marinos, pero he
de reconocer que era espectacular.
Cuando llegó la hora de comer nos sentamos, por fin, en un
restaurante de comida rápida. Los asientos estaban acolchados y las paredes
repletas de imágenes a tamaño extra grande de gente haciendo deporte. Irónico.
—Pues para ser rico no te has estirado mucho en la comida—dije
mientras llevaba mi bandeja con una hamburguesa, botella de agua y patatas
extra grandes hasta una mesa para dos apartada del resto.
—Me reservo para la cena.
—Es broma. Adora la comida basura.
Pasamos el resto de la comida riéndonos por cualquier chorrada,
haciendo tonterías y esas cosas que detestaba ver en las chicas de mi
instituto. Cuando el Sol estaba a punto de ponerse ya había visitado
prácticamente todo el parque. Nick debía estar harto de mí, pero no podía
evitar pasar cerca de una hora por cada tanque.
—Vamos a cenar, anda—dijo sonriendo.
—¿Tan pronto? —no eran ni las diez, y yo estaba acostumbrada a
cenar tarde o incluso no hacerlo.
—Sí. Ven, pero debes confiar en mí.
Sacó un antifaz negro del bolsillo de su pantalón. Me cubrió los
ojos con él y no pude volver a ver hasta que no llegué a una sala que parecía
estar vacía, no sin antes tropezarme unas cuantas veces.
—¿Lista? —me susurró al oído. Podía notar su respiración rozándome
el oído y haciendo que mi corazón latiese a un ritmo insano.
—Lista.
Desanudó el antifaz, que al instante cayó al suelo. Poco a poco los
colores se unieron formando objetos y la escena se impuso delante de mí. Una
mesa presidida por una vela encendida se encontraba en mitad de la sala, cuyas
paredes y techo hechos de cristal sostenían toneladas de agua en las que
nadaban peces de todas las clases y colores. No puede ser. Aquello era tan cursi que me encantaba.
Junto a él el tiempo tenía alas y desaparecía entre nubes de
ilusiones. Me acompañó hasta el asiento y retiró la silla de la mesa para que
pudiera sentarme. N pude evitar reírme al ver la cena que había escogido.
—¿Pescado? ¿De verdad?
—¿No te gusta?
—Sí, pero es un sitio poco peculiar para comerlo—dije observando
los cientos de peces que nadaban sobre nuestras cabezas.
Devoré el pez espada en menos de diez minutos. Todo iba rápido y no
estaba acostumbrada. Tenía miedo, euforia y otros sentimientos dispares que se
unían formando un cóctel molotov que podía estallar de un momento a otro. Eres tonta.
Cuando él terminó de comer nos levantamos y salimos hasta la puerta
principal del parque, dejando la mesa en la sala con la vela a punto de
extinguirse. Un hombre vendría a recogerla, o eso me había dicho. Fran estaba
esperándonos en la puerta del parque con el motor ya encendido y emitiendo un
pequeño ronroneo. Cuando nos montamos el ronroneo se convirtió de nuevo en un
feroz rugido segundos antes de salir a toda velocidad por la carretera. Por
suerte ahora podía ver tras el parabrisas.
El viaje fue uno de los momentos más incómodos que había vivido. No
sabía cómo iba a ser la despedida. Odio despedirme. Despedirse es dejar un
trozo de ti con alguien El coche frenó frente a mi casa. Me bajé y Nick hizo lo
mismo. Nos quedamos el uno frente al otro, sin saber qué hacer y rodeados por
un silencio que sólo era interrumpido por los grillos y algún que otro latido
de mi corazón. De repente, una frase surgió en mi mente entre el torbellino de
ideas que se cocinaba en mi cabeza. "Morirás virgen".
Cuando quise darme cuenta mis labios estaban junto a los suyos. Un escalofrío
me recorrió la espalda haciendo que m estremeciera. Era raro, pero divertido a
la vez. Me gustaba. Más bien, me encantaba. No sabía si estaba besando bien, de
hecho no estaba haciendo casi nada, simplemente me dejaba llevar. Era parecido
a bailar.
Me hubiese quedado así toda la noche de no ser porque decidió parar
y pasar un mechón de mi pelo sobre la oreja mientras me susurraba el “te quiero”
más tierno de la historia. No supe cómo reaccionar. Le di un simple beso en la
mejilla acompañado de una sonrisa y desaparecí en el portal dejando atrás mi
primer beso. Ese que nunca se olvida.
Oh, qué cuquis. Estuvieron algo sosos en la visita, la verdad, pero esto engancha. ¡Un besito!
ResponderEliminarOh Dios mío. ¿Ese Nick está loco?, cómo se le ocurre darle de cenar pescado dentro de una pecera tierna, ¿¡eh!? ¬_¬.
ResponderEliminarxD
No, en serio, no he dejado de sonreír; ha sido todo muy bonito sí, pero que conste que el ''te quiero'' ese, yo soy Ery y no me lo trago. Demasiado bonito. Los principios tan demasiado bonitos dan algo de miedo, creo. e_é
Joder, yo me casaba con Hugo, David o el vecino que la miraba bailar, ¿pero Nick?. Es que me pinta feo... e_é.
xDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDD
Pero bueno, supongo que Ery está ahora con los sentimientos revolucionados como para pensar que a veces esas cursilerías pueden ser peligrosas.
ò_ó...
Yo soy Noa, su amiga y le digo que se haga la dura. Bueno, qué coño, Noa soy ya. xD
¡JO, QUE BONITO! *-* ME GUSTA. ME GUSTA. ME GUSTA.
ResponderEliminarMás por favor (':
ResponderEliminarohh buenismo!! Aunque ese tal Nick me da mala espina. Extraño los capítulos largos como los primeros <3 sigue así
ResponderEliminarEscribe más por favor, me encanta :__)
ResponderEliminarSoy nueva por aquí, pero espero ponerme pronto al día con la historia. :)
ResponderEliminarUn besito.
¿Y ahí quedó?
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