¡Primer Concurso!


Poco a poco JCS se está haciendo más grande, y es hora de celebrarlo. Voy a realizar un pequeño concurso, que consta de algunos puntos:

- El premio consistirá en elegir el nombre de un personaje de JCS. Será protagonista o secundario según en la posición que quedes.

- Debes encontrar la imagen de una mariposa azul (igual que la que se encuentra en el lateral) escondida en el blog (ya sea en la sidebar, fondo, páginas, capítulos...).

- Cuando la encuentres se abrirá un formulario que debes rellenar con tus datos para que me ponga en contacto contigo, el nombre del personaje y una pregunta facilita sobre la historia.

- Se elegirá la primera solicitud recibida y cuatro más por sorteo. Dos de los personajes tendrán un papel importante en la trama y tres serán secundarios.

- Si revelas dónde está la mariposa, más gente conseguirá participar y menos probabilidad tendrás de ganar.

- Se aceptarán las solicitudes enviadas antes de las 00:00 del día 16 de Septiembre.

¡Que empiece la caza!

Capítulo 3

El número.


La canción de Kimbra llegó a su final y comenzó otra bastante más movida de Jennifer López. No podía evitarlo, Nick volvía a mi mente en cada minuto. Estaba cansada. Anímica o físicamente, poco me importaba, pero lo estaba. Sólo quería dejarme llevar, y así lo hice.
Subí el volumen del equipo de música y la última canción de Jennifer López hizo temblar las paredes. Cogí el peine que estaba encima de una cómoda y a modo de micrófono me puse a danzar en mi habitación cual estrella del pop. Siempre me había gustado cantar, aunque a mis vecinos no mucho. Un día incluso llamaron a la puerta para que, por favor, me callase.
En el momento más álgido de mi sensual baile observé algo extraño por la ventana. En el edificio que estaba justo frente al mío, en la misma planta, una de las habitaciones tenía la luz encendida. En ella, un chico de aproximadamente mi edad estaba riéndose, mirándome a los ojos.
Me quiero morir. ¿Habría visto mucho? Parece ser que lo suficiente. Me limité a sonreírle visiblemente avergonzada. Los edificios estaban bastante cerca, podía verle casi a la perfección. Era bastante alto, fuerte y con el pelo teñido de un intenso color amarillo, sus raíces tenían un tono castaño que lo delataban. Iba vestido con una camiseta negra un poco ajustada y pantalones vaqueros azul marino. Simple, pero le sentaba bien, era atractivo. Tras examinarle con la mirada, el chico señaló su muñeca, de la que colgaba un reloj celeste. Inmediatamente después se despidió y tras darle a un interruptor sumergió la habitación en un mar de sombras. Miré mi reloj. Las dos y cuarto, y yo todavía estaba despierta. Mañana por la mañana no va a haber nadie que me levante.
Efectivamente, al día siguiente mi sueño se vio interrumpido por culpa del infernal despertador azul que estaba en mi mesita de noche, era un modelo que saltaba y empezaba a dar vueltas por el suelo obligándote a levantarte. Juré que aquella noche me acostaría antes, pero seguramente acabaría despierta hasta las tantas.
Me levanté de la cama y fui al baño. Con el pelo alborotado y unas ojeras bastante visibles estaba estupenda para una foto, nótese el tono irónico. Ni el agua helada del grifo consiguió despertarme. Desistí y me puse lo primero que vi en el ropero, una camiseta celeste y una falda vaquera corta. Mientras bajaba las escaleras me di cuenta de que me disponía a salir a la calle en calcetines, así que tuve que volver a mi habitación a quitármelos y ponerme unas sandalias negras que estaban a punto de romperse. De paso cogí el pequeño iPod rosa que había en mi mesilla de noche y me puse los auriculares.
Al salir a la calle los rayos de Sol me azotaron en el rostro. Hacía un calor insoportable. No había casi nadie por la calle, la música estaba a un volumen insano e iba caminando como si de un videoclip se tratase. Todavía tenía tiempo de sobra así que me paré en un parque que había camino del instituto. Me senté debajo de un enorme árbol y saqué el móvil del bolsillo. No llevaba siquiera maleta, el curso ya había acabado y llevar una maleta vacía me parecía algo absurdo. La mitad de los alumnos no iban a clase,  pero servidora era y sigue siendo bastante responsable para ese tipo de cosas.
Visité mi blog. Más comentarios. Me puse a leerlos todos. Aquella sensación me gustaba, era como si por fin alguien me entendiese y valorase lo que hacía. Algo que hasta entonces jamás me había pasado. Guardé otra vez el móvil en el bolsillo y me levanté sacudiéndome la parte trasera del pantalón, que estaba manchada de tierra.
Llegué al instituto bastante temprano, sólo había algunos alumnos dando vueltas sin saber muy bien qué hacer. En el pasillo había un cuchicheo demasiado intenso, fuera de lo común. Era un pasillo extremadamente largo, con pequeñas taquillas para cada alumno. Este instituto es una copia barata de High School Musical me dijo Noa mi primer día de clase. No le faltaba razón, era un intento de instituto americano aunque no les había salido muy bien. A medida de avanzaba los susurros se hacían cada vez más intensos y se podían oír algunas frases.
—Se han pasado tres pueblos.
—¿Pero ya se sabe quién ha sido?
—Verás cuando llegue, se va a liar parda.
No entendía muy bien lo que pasaba hasta que no llegué al final del pasillo, justo a la taquilla de Hugo. La palabra ‘maricón’ estaba escrita en mayúsculas con spray rojo. Me quedé mirándola durante unos segundos. Noa apareció detrás de mí, con la misma cara de asombro que yo. Mi taquilla estaba cerca de la de Hugo, la abrí y saqué un cuaderno de garabatos que guardaba desde hacía meses. Pasé las páginas rápidamente hasta llegar a las que estaban en blanco. Arranqué diez de golpe y le pasé unas cuantas a Noa, que me miraba con la misma cara de asombro.
—No te quedes ahí parada. Tenemos que borrar eso antes de que llegue.
No me respondió, simplemente asintió con la cabeza y se fue corriendo a una fuente frente a las taquillas para mojar las hojas. Hice lo mismo que ella y nos pusimos a frotar con toda la fuerza que pudimos. La palabra poco a poco se iba deformando a medida que un pequeño hilo de agua teñida de rojo caía sobre el suelo. Por suerte la pintura estaba fresca, pero aún así no conseguimos quitarla totalmente. Todavía se podía leer, aunque ya no se veía con la misma claridad que antes. Desistimos y tiramos las hojas teñidas de rosa a la basura.
Hugo entró en el instituto y el pasillo entero enmudeció. Los pocos alumnos presentes clavaron sus miradas en él, que avanzaba con un paso lento hacia nosotras. Se detuvo frente a su taquilla y permaneció inmóvil medio minuto frente a ella. Mis manos empezaron a sudar, no sabía cómo iba a reaccionar. El silencio no duró mucho tiempo puesto que Hugo no tardó en pronunciarse.
—Que le den… Pensándolo mejor no, que tal vez le gusta.
Primero una risa, luego otra y finalmente casi todo el pasillo estaba riéndose con su comentario. Noa y yo dejamos de contener la respiración. Ninguna de las dos esperábamos aquella reacción, así que empezamos a reír por puro nerviosismo. La gente poco a poco fue ignorando el tema y todos continuaron con la rutina.
Hugo abrió su taquilla con total normalidad y dejó tres libros que llevaba en la mano y que no tenía intención de tocar hasta septiembre. Noa y yo nos lavamos las manos, que estaban de un tono rojizo y nos encontramos con Hugo en la cafetería. Las napolitanas ya estaban en la mesa y Jaime nos recibió con una sonrisa de oreja a oreja.
—A ver, tengo cotilleos, que sé que os encantan todos estos temas—dije mientras le daba un bocado a la napolitana y el chocolate explotaba en mi boca—. Ayer encontré el número de Nick, el chico del baile. Me despisté en algún momento y lo metió en mi bolso.
­—¿Y qué te dijo? ¿Habéis quedado? —preguntó Noa.
—No, si no le llamé.
—Tú eres tonta. Un chico de escándalo te da su número para que le llames y tú no lo haces. Morirás virgen—Hugo mordió su napolitana.
—Tú es que eres demasiado divertido—dije con una media sonrisa—. Quería hablar primero con vosotros. No sé qué decirle, ya sabéis que para estas cosas y casi todo en general soy muy torpe.
—Pues para eso hay fácil solución. Nos quedamos aquí hasta las doce del mediodía y luego nos vamos a algún sitio para llamarle, que yo quiero enterarme de la conversación y este no es lugar para poner el altavoz.
—Por mí genial. Nos vamos a mi casa, que tengo el número guardado y desde allí le llamamos.
—Chicos, me gustaría ir con vosotros, pero tengo que hacer un trabajo de robótica para subir nota—dijo Noa.
—¿Ahora se puede sacar un once? —Hugo le dio el último bocado al dulce, manchándose la comisura de los labios de chocolate.
­­—Por desgracia no, y eso que puse varias quejas en jefatura, pero quiero asegurarme el diez.
—Bah, asco de empollona.

3 comentarios:

  1. Jajajaja, ¡cómo para no sentirse identificada con la escena del principio!
    A ver qué pasará con Nick y con el chico de la ventana... ¡que no puedo más con la intriga! :)

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  2. Me encanta, simplemente perfecto, pero un poco corto el capítulo jajaja
    Sube más :)

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  3. :3 Me ha encantado la reacción de Hugo, es genial ese hombre.

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