El número.
La canción de Kimbra llegó a su final y comenzó otra bastante más
movida de Jennifer López. No podía evitarlo, Nick volvía a mi mente en cada
minuto. Estaba cansada. Anímica o físicamente, poco me importaba, pero lo
estaba. Sólo quería dejarme llevar, y así lo hice.
Subí el volumen del equipo de música y la última canción de
Jennifer López hizo temblar las paredes. Cogí el peine que estaba encima de una
cómoda y a modo de micrófono me puse a danzar en mi habitación cual estrella
del pop. Siempre me había gustado cantar, aunque a mis vecinos no mucho. Un día
incluso llamaron a la puerta para que, por favor, me callase.
En el momento más álgido de mi sensual baile observé algo extraño
por la ventana. En el edificio que estaba justo frente al mío, en la misma
planta, una de las habitaciones tenía la luz encendida. En ella, un chico de
aproximadamente mi edad estaba riéndose, mirándome a los ojos.
Me quiero morir. ¿Habría visto mucho? Parece ser que lo suficiente. Me limité a sonreírle
visiblemente avergonzada. Los edificios estaban bastante cerca, podía verle
casi a la perfección. Era bastante alto, fuerte y con el pelo teñido de un intenso
color amarillo, sus raíces tenían un tono castaño que lo delataban. Iba vestido
con una camiseta negra un poco ajustada y pantalones vaqueros azul marino.
Simple, pero le sentaba bien, era atractivo. Tras examinarle con la mirada, el
chico señaló su muñeca, de la que colgaba un reloj celeste. Inmediatamente
después se despidió y tras darle a un interruptor sumergió la habitación en un
mar de sombras. Miré mi reloj. Las dos y cuarto, y yo todavía estaba despierta.
Mañana por la mañana no va a haber nadie que me levante.
Efectivamente, al día siguiente mi sueño se vio interrumpido por
culpa del infernal despertador azul que estaba en mi mesita de noche, era un
modelo que saltaba y empezaba a dar vueltas por el suelo obligándote a
levantarte. Juré que aquella noche me acostaría antes, pero seguramente
acabaría despierta hasta las tantas.
Me levanté de la cama y fui al baño. Con el pelo alborotado y unas
ojeras bastante visibles estaba estupenda para una foto, nótese el tono
irónico. Ni el agua helada del grifo consiguió despertarme. Desistí y me puse
lo primero que vi en el ropero, una camiseta celeste y una falda vaquera corta.
Mientras bajaba las escaleras me di cuenta de que me disponía a salir a la
calle en calcetines, así que tuve que volver a mi habitación a quitármelos y
ponerme unas sandalias negras que estaban a punto de romperse. De paso cogí el
pequeño iPod rosa que había en mi mesilla de noche y me puse los auriculares.
Al salir a la calle los rayos de Sol me azotaron en el rostro.
Hacía un calor insoportable. No había casi nadie por la calle, la música estaba
a un volumen insano e iba caminando como si de un videoclip se tratase. Todavía
tenía tiempo de sobra así que me paré en un parque que había camino del
instituto. Me senté debajo de un enorme árbol y saqué el móvil del bolsillo. No
llevaba siquiera maleta, el curso ya había acabado y llevar una maleta vacía me
parecía algo absurdo. La mitad de los alumnos no iban a clase, pero servidora era y sigue siendo bastante
responsable para ese tipo de cosas.
Visité mi blog. Más comentarios. Me puse a leerlos todos. Aquella
sensación me gustaba, era como si por fin alguien me entendiese y valorase lo
que hacía. Algo que hasta entonces jamás me había pasado. Guardé otra vez el
móvil en el bolsillo y me levanté sacudiéndome la parte trasera del pantalón,
que estaba manchada de tierra.
Llegué al instituto bastante temprano, sólo había algunos alumnos
dando vueltas sin saber muy bien qué hacer. En el pasillo había un cuchicheo
demasiado intenso, fuera de lo común. Era un pasillo extremadamente largo, con
pequeñas taquillas para cada alumno. Este
instituto es una copia barata de High School Musical me dijo Noa mi primer
día de clase. No le faltaba razón, era un intento de instituto americano aunque
no les había salido muy bien. A medida de avanzaba los susurros se hacían cada
vez más intensos y se podían oír algunas frases.
—Se han pasado tres pueblos.
—¿Pero ya se sabe quién ha sido?
—Verás cuando llegue, se va a liar parda.
No entendía muy bien lo que pasaba hasta que no llegué al final del
pasillo, justo a la taquilla de Hugo. La palabra ‘maricón’ estaba escrita en
mayúsculas con spray rojo. Me quedé mirándola durante unos segundos. Noa
apareció detrás de mí, con la misma cara de asombro que yo. Mi taquilla estaba
cerca de la de Hugo, la abrí y saqué un cuaderno de garabatos que guardaba
desde hacía meses. Pasé las páginas rápidamente hasta llegar a las que estaban
en blanco. Arranqué diez de golpe y le pasé unas cuantas a Noa, que me miraba
con la misma cara de asombro.
—No te quedes ahí parada. Tenemos que borrar eso antes de que
llegue.
No me respondió, simplemente asintió con la cabeza y se fue
corriendo a una fuente frente a las taquillas para mojar las hojas. Hice lo
mismo que ella y nos pusimos a frotar con toda la fuerza que pudimos. La
palabra poco a poco se iba deformando a medida que un pequeño hilo de agua
teñida de rojo caía sobre el suelo. Por suerte la pintura estaba fresca, pero
aún así no conseguimos quitarla totalmente. Todavía se podía leer, aunque ya no
se veía con la misma claridad que antes. Desistimos y tiramos las hojas teñidas
de rosa a la basura.
Hugo entró en el instituto y el pasillo entero enmudeció. Los pocos
alumnos presentes clavaron sus miradas en él, que avanzaba con un paso lento
hacia nosotras. Se detuvo frente a su taquilla y permaneció inmóvil medio
minuto frente a ella. Mis manos empezaron a sudar, no sabía cómo iba a
reaccionar. El silencio no duró mucho tiempo puesto que Hugo no tardó en
pronunciarse.
—Que le den… Pensándolo mejor no, que tal vez le gusta.
Primero una risa, luego otra y finalmente casi todo el pasillo
estaba riéndose con su comentario. Noa y yo dejamos de contener la respiración.
Ninguna de las dos esperábamos aquella reacción, así que empezamos a reír por
puro nerviosismo. La gente poco a poco fue ignorando el tema y todos
continuaron con la rutina.
Hugo abrió su taquilla con total normalidad y dejó tres libros que
llevaba en la mano y que no tenía intención de tocar hasta septiembre. Noa y yo
nos lavamos las manos, que estaban de un tono rojizo y nos encontramos con Hugo
en la cafetería. Las napolitanas ya estaban en la mesa y Jaime nos recibió con
una sonrisa de oreja a oreja.
—A ver, tengo cotilleos, que sé que os encantan todos estos
temas—dije mientras le daba un bocado a la napolitana y el chocolate explotaba
en mi boca—. Ayer encontré el número de Nick, el chico del baile. Me despisté
en algún momento y lo metió en mi bolso.
—¿Y qué te dijo? ¿Habéis quedado? —preguntó Noa.
—No, si no le llamé.
—Tú eres tonta. Un chico de escándalo te da su número para que le
llames y tú no lo haces. Morirás virgen—Hugo mordió su napolitana.
—Tú es que eres demasiado divertido—dije con una media sonrisa—.
Quería hablar primero con vosotros. No sé qué decirle, ya sabéis que para estas
cosas y casi todo en general soy muy torpe.
—Pues para eso hay fácil solución. Nos quedamos aquí hasta las doce
del mediodía y luego nos vamos a algún sitio para llamarle, que yo quiero
enterarme de la conversación y este no es lugar para poner el altavoz.
—Por mí genial. Nos vamos a mi casa, que tengo el número guardado y
desde allí le llamamos.
—Chicos, me gustaría ir con vosotros, pero tengo que hacer un
trabajo de robótica para subir nota—dijo Noa.
—¿Ahora se puede sacar un once? —Hugo le dio el último bocado al
dulce, manchándose la comisura de los labios de chocolate.
—Por desgracia no, y eso que puse varias quejas en jefatura, pero
quiero asegurarme el diez.
—Bah, asco de empollona.
Jajajaja, ¡cómo para no sentirse identificada con la escena del principio!
ResponderEliminarA ver qué pasará con Nick y con el chico de la ventana... ¡que no puedo más con la intriga! :)
Me encanta, simplemente perfecto, pero un poco corto el capítulo jajaja
ResponderEliminarSube más :)
:3 Me ha encantado la reacción de Hugo, es genial ese hombre.
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